Por Turf Miradas Hugo Cesar Rojas
Haciéndole algunas consultas a un jockey que está triunfando en Canadá y vive una vida agradable y ejerce su profesión con absoluta tranquilidad y seguridad. Se nos disparan algunas inquietudes sobre nuestro amado turf y por qué varios de nuestros jockeys, migran hacia otros escenarios a ejercer su profesión.
Cuando algún argentino viajaba a España, hace unos años atrás, si visitaba el hipódromo de las Zarzuelas y si corría alguna carrera Jarcovsky, los argentinos le jugaban unos euros. Ahora si van a los EEUU, en Florida, está Jorge Ruiz Díaz; más al norte, está Horacio Karamanos y más al norte aún en Vancouver, está Alexander Marti, hay jokeys argentinos por todos lados.
En la película “Bowling for Columbine” de Michael Moore hay una escena que es toda una metáfora sobre la diferente calidad de vida de EEUU y Canadá, él se encuentra cenando en un restaurante de la última ciudad de EEUU, antes de cruzar la frontera con Canadá, en la TV las telenoticias sólo sangre y violencia.
Al otro día va a la primera ciudad de Canadá, y mientras almuerza, en la TV hay un noticiero que refiere noticias con cero violencia; todo paz y concordia, hace las consultas pertinentes y descubre una sociedad distinta. Algo hecho por seres humanos como nosotros, sólo que se han preocupado por vivir en paz y con respeto mutuo.
Un jockey que corre en Hasting Park, Vancouver, British Columbia, Canadá, como Alexander Marti, donde se conjuga bienestar y seguridad, también debe luchar contra la balanza, debe trabajar como acá y poseer talento para conducir SPC. Obvio, pero tiene resuelto sus problemas de seguridad laboral, ya que tiene una formidable cobertura médica y un seguro beneficioso.
Las pistas son impresionantes, muy cuidadas a pesar del clima hostil de ese lugar, las instalaciones edilicias del hipódromo son un lujo y el respeto que se le tiene al profesional es admirable porque es una sociedad seria y respetuosa; además una ciudad moderna y hermosa.
Toda persona que tiene un desarraigo sufre, no hay forma de reemplazar los asados con amigos y familiares, las fragancias de los barrios y el de sus domicilios, más el esparcimiento como ir a un estadio de fútbol, otro deporte, o algún otro hobby.
Acá pasan los años, pasan los gobiernos y los jockeys siguen sufriendo las mismas penurias, una profesión donde se pone en riesgo la integridad física. Al que no es posible brindarle sólo excusas. El problema es de los dirigentes gremiales, no hay dudas.
Los dirigentes empresariales del turf son de lo peor, pero los gremiales no le van a la zaga. Los jockeys, no pueden tener tanta inseguridad para ejercer su profesión, no puede haber tantos accidentes, no pueden estar así las pistas y no se puede no tener una cobertura médica y legal pertinente. Si no se resuelve este tema, el turf corre peligro.
Todos queremos vivir donde nacimos, donde nos criamos, donde tenemos nuestros amigos y nuestros parientes, y también nuestros vicios y costumbres, pero también a la hora de buscar una seguridad laboral para construir una familia, debemos luchar para resolver los problemas corporativos de la profesión que elegimos.
Yo felicito a los que ejercen su profesión con éxito en otras latitudes, pero también admiro a los que creen que acá se puede construir un mundo mejor. No nos podemos ir todos, y encima muchos no lo desean. Los humanos no somos muy diferentes por haber nacido en un lugar determinado, así que, si ellos han logrado ese bienestar, nosotros también podemos, entonces irse debería ser una opción, no una obligación.